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Crónicas de lectura experimentadas como un viaje por rutas literarias en tiempos de pandemia (2020-2021). Leer-escribir-leer como un continuo incesante.
Los diálogos presentados en esta traducción llevan por título “Sísifo” y “Demódoco”. El tema principal del Sísifo es, como lo señala su subtítulo en los manuscritos, el deliberar o tomar consejo. Demódoco, en cambio, es un texto compuesto por cuatro partes, todas ellas aporéticas, que, si bien guardan vagas resonancias temáticas y semejanzas argumentativas, son fácilmente diferenciables. Hay, de hecho, una gran disparidad entre la primera parte y las tres restantes.

Este libro es un conjunto de contribuciones a los problemas y debates que ocupan actualmente a la filosofía de las ciencias y, justamente por ello, resulta necesariamente parcial, provisorio e incipiente. Como es de esperar, a lo largo de su relativamente extensa historia, la filosofía de las ciencias ha ido cambiando de agenda. En efecto, luego de más de un siglo de discusiones a partir de los trabajos seminales del empirismo lógico, pasando por los nuevos filósofos de la ciencia del último tercio del siglo XX y la explosión relativista posmoderna posterior, la reflexión sobre las ciencias en el siglo XXI no solo ha aprendido de sus déficits y ha abandonado en buena medida la agenda inicial sino que, sobre todo, se reconfigura como una tarea transdisciplinaria y es interpelada por problemas nuevos e inéditos en la historia de la Humanidad, problemas que afectan no solo la autocomprensión de la Humanidad sino su misma supervivencia.
Hugo Bauzá, en estas amenísimas narraciones, aclara en su nota liminar que el subtítulo del libro (“Relatos afrodisíacos”) no se relaciona con la exaltación del apetito sexual, como podría suponerse, sino con eL significado simbólico de Afrodita, la diosa griega del amor.
Bauzá, reconocido especialista en filología y cultura grecolatina, académico experto en la obra de Virgilio, alcanza al desdoblarse en cuentista la dimensión de un talentoso narrador. Robert Louis Stevenson decía que cuando un libro tiene encanto lo tiene todo. Este puñado de breves ficciones hace experimentar al lector ese encanto, que no es otra cosa que el placer de la lectura.
ANTONIO REQUENI

¿Hay razones para escribir un libro? Es la primera pregunta que se plantea el narrador. Y la respuesta la encuentra en la necesidad de extender con la escritura la conversación íntima y feliz con su padre ya fallecido.
La llegada al país de unos barcos patrulleros oceánicos, mal comprados por el gobierno argentino al astillero estatal francés, no obstante, se convertirá en el nuevo núcleo de la trama. Una historia de investigación que develará un modus operandi de corrupción, sobornos y asesinatos.
Convocados en la ficción y por el padre del narrador, importantes figuras de nuestra historia nacional intentarán, desde el cielo, modificar las acciones de la Armada y del gobierno, que atentan contra el futuro de los argentinos.
¿Será posible tener éxito ante este desafío? En este libro Podetti plantea que es imprescindible.
Tengo la convicción de que la ciencia es uno de los más maravillosos inventos humanos y la forma de conocimiento disponible más idónea. Sin embargo, este libro no es un acrítico panegírico de sus logros; pero tampoco, a pesar de que el título pueda sugerirlo, un nuevo rezongo anticientífico posmoderno. Se ocupa, en cambio, de recorrer algunos de los límites de esa actividad que nos ha dado episodios deslumbrantes y, como toda práctica humana, también puede incluir un costado abyecto. Se abordan temas que habitualmente son considerados como algo irrelevantes o externos a las ciencias en sentido estricto. Esos temas que están siempre en los bordes, en los suburbios, pero que surgen inequívocamente de la actividad científica.
Es que pensar desde los límites conlleva una gran potencia heurística y conceptual, porque donde hay límites, hay zonas grises, zonas de intersección más o menos amplias y difusas. Así, muchas veces los límites separan artificial o forzadamente lo que en realidad son solapamientos, bordes borrosos, interacciones que resultan más potentes e interesantes para explicar fenómenos o procesos complejos como el de la ciencia.
Así, en este libro se analizan los límites e interacciones entre las ciencias y el contexto sociohistórico; los límites de las ciencias como fenómeno propio de nuestra cultura; entre campos disciplinares que arbitrariamente compartimentan el saber logrado por la Humanidad; entre la filosofía y la ciencia; entre ciencia e ideologías, literatura, religión o pseudociencias.
H.P.
El título de este libro “La forma del fruto”, de Jorge Eduardo Fernández, presenta un camino que se remonta al origen mítico de la lengua y, partiendo de sus más simples versos, recorre en cinco estaciones, el derrotero poético donde resuenan las palabras de los “Hijos / del rumor / del agua” (según leemos en el poema 16).
Alejandro Drewes, quien tiene a su cargo el Prólogo a esta obra, nos indica que: “Como un signo de unidad fantasmal, el fruto, su forma singular y cambiante, aparece y reaparece, señalando la lejana patria de la infancia; el lugar del pecado, la penosa herencia evolutiva, la frontera entre tiempo y eternidad”.
La tarea poética, “liberar al fruto/ del espectro/ de la rosa”, tan solo se alcanza a cumplir en la medida en que en cada último verso, el callar del poema dice en su sigiloso regreso al silencio.
Al final del poemario, más allá del camino recorrido y de los horizontes explorados por los “hijos de la mar”, el “âme sentinelle” del poeta avizora otra tierra donde:
“…mendigos del silencio,/los hijos de la puna/ ven,/por encima del mar,/el polvo en danza/de remolinos de viento”.
A contrareloj, dos voces se amalgaman para recrear las variopintas vivencias reales acaecidas en un paraje rural de la Argentina del 30 y el 40. Y lo hacen a partir de lo que queda de los recuerdos, la óptica y la sensibilidad de un niño en su primera docena de años. La amistad, la enemistad, la inocencia, la crueldad, el honor, la lealtad, las relaciones intrafamiliares, las creencias, el vínculo del ser humano con la flora, la fauna y los múltiples reveses del clima, la desesperanza, la esperanza, la inmigración, el progreso, el arraigo y el desarraigo son algunas de las tantas temáticas a la que nos invita a reflexionar lo que queda de ese niño, lo que queda de ese conglomerado de insondables experiencias que hacen a la autobiografía de Manuel de la cañada.
La historia de la gramática está lejos de haber recorrido un camino lineal y claro. Desde los pensadores presocráticos y los sofistas contamos con observaciones acerca del lenguaje, sus particularidades y potencias, pero habrá que esperar hasta los últimos siglos antes de nuestra era para encontrar conformado un cuerpo de saber sobre la gramática que pueda ser considerado propiamente máthesis, una disciplina. De hecho, es en la obra de Dionisio Tracio, Técnica Gramática, donde encontramos por primera vez una caracterización de la misma, y la atribución a tal cuerpo de saber de cualidades técnicas. En efecto, nos dice Dionisio que “la gramática es el conocimiento de lo dicho sobre todo por poetas y prosistas. Sus partes son seis: primera, lectura cuidada según la prosodia; segunda, explicación de las figuras poéticas que hubiere; tercera, interpretación en términos usuales de las palabras raras y de los argumentos; cuarta, búsqueda de la etimología; quinta, exposición de la analogía; sexta, critica de los poemas, que es la parte más bella de todas las de la gramática”. Considerando esta obra como un referente insoslayable de la grammatikè tékhne, esta compilación de artículos se encarga de abrir la perspectiva de las reflexiones que la antecedieron, desde los sofistas, Sócrates, Platón y Aristóteles, hasta algunas líneas que recibieron su legado, como las propuestas por Epicuro, por Sexto Empírico y por Aulo Gelio.